viernes, 14 de agosto de 2015

Una historia del Bronx.

Proximidades del lugar de los hechos.
¡Hola que tal!
Hace tiempo que no dedico ninguna entrada del blog a vivencias personales, fábulas o anécdotas, así que hoy voy a contar una pequeña aventurilla de mi reciente viaje a Nueva York. No es gran cosa, pero fue algo que me hizo sentir como un jodido héroe.

En junio aterricé en la gran manzana para conocer un poco esa ciudad que tantas veces hemos visto retratada en películas y cómics. Teníamos la expectativa de encontrarnos una ciudad deshumanizada, con policías cabrones, bandas callejeras, delincuencia y yanquis colgados. Pero no, estábamos equivocados. No quiero decir que la ciudad fuese el cielo, pero sin duda los neoyorkinos no son tan capullos como pensaba y al andar por sus calles nos sentíamos parte de la ciudad por muy extranjeros que fuéramos.






En fín, pateamos la ciudad con la gopro en mano sin miedo a atracos por todo el midtown de Manhattan y Times Square de madrugada. Observamos el atardecer sobre la ciudad desde el Top of the rock en Rockefeller center viendo esconderse el sol al tiempo que las luces adornaban sus rascacielos.
Estuvimos en pleno world trade center al abrigo del recientemente finalizado wtc one y nos estremecimos ante los dos vacíos que dejaron las torres gemelas y ante los trabajos de construcción de la "paloma" de uno de mis gurús: Santiago Calatrava (te la clava).
Nos perdimos entre las calles de Chinatown, Little Italy (cada vez más absorbida por los primeros). Recorrimos el lujo de la quinta avenida, Madison avenue o Park Avenue. Paseamos por el Soho, asistimos al desfile del orgullo gay y su fiesta final en Greenwich village, vimos el encanto pseudo europeo de Tribeca, disfrutamos de una misa gospel en Harlem, nos relajamos en Central park, cruzamos el puente de Brooklyn andando, atisbamos desde el ferry la famosa estatua de la libertad o bailamos salsa por la noche en el Copacabana.

A pesar de que todo el itinerario lo planificamos a partir de unas rutas que un usuario de forodenuevayork, hicimos un par de tours contratados. El primero con Sandemans (por todo el distrito financiero, la bahía Hudson y el centro de Manhattan) y el segundo llamado tour de contrastes de Nueva york.
Por 65 dólares cada uno, nuestro guía nos condujo durante cinco horazas en una excursión a bordo de un microbus por los distritos y zonas de Nueva York: Queens, Brooklyn, Harlem, Hell´s kitchen, la universidad de Columbia y el protagonista de éste relato: el temido Bronx.


Lo que hay a mi izq. es la entrada al edificio. Muy cool.
El Bronx es un barrio al noroeste de la ciudad de Manhattan habitado en su mayoría por hispanos, negros y cualquiera con bajos o nulos ingresos. Aparte de por la cantidad de cantantes bachateros o raperos, también es conocido por sus altos índices de delincuencia y tráfico de armas y drogas.  Aunque es de recibo resaltar que (sin llegar al espectacular cambio que ha tenido Harlem en la última década), el Bronx ha cambiado a mejor desde los 80/90.

Andar por sus calles es una aventura arriesgada dependiendo de la zona, el día y sobre todo la hora del día en que lo hagas. Nuestro guía nos amenizó durante el trayecto con diversas historias del barrio tales como el significado de los graffitis que pueblan el barrio. Algunos reivindicaban algún asesinato (el de un pobre niño alcanzado por una bala perdida era especialmente terrible), otros marcaban el territorio de alguna banda callejera y tantos otros solo adornan sus destartaladas calles.

Todas esas historias unidas a la reticencia del guía a parar en algunas zonas y sus avisos para que si hacíamos fotos de la calle lo hiciéramos con discreción y sin el flash activado, nos puso un poco en alerta y estábamos un poco como apolinaos. Antes de dirigirnos al siguiente destino (Harlem) hicimos posta en el mítico estadio de los Yankees.

A mí esa mierda me daba igual. No me gusta el fútbol y menos aún el baseball, así que cuando dijeron que haríamos una paraeta de quince minutos para ver sus exteriores y tal no estaba emocionado precisamente.
Eso sí, el puente por el que cruzaba el metro próximo al estadio tenía una pintaza a chungo y viejo absolutamente irresistible, de hecho me sonaba de verlo en alguna película donde seguramente mataban a alguien.

Total, que decidimos acercarnos a comprar algo en un puesto ambulante para matar la gusa que teníamos. Tras comprar unas fresas californianas bastante decentes y agua nos entraron ganas de mear y un mcdonalds cercano por lo menos parecía un sitio limpio. Entramos, y lo que más llamó mi atención es que el local era bastante cutre y su clientela -ademas de la gente que rondaba las cercanías del lugar- parecían extras de The Wire, y a pesar de que soy un tío duro me sentía un pelín intimidado.

Amo esta foto. (Greenwich Village).
Me escaqueé hasta el aseo junto a un compañero de Barcelona con el que había hecho migas durante el tour. El entró el primero a aquel servicio atestado de olores poco agradables, y preso de la desesperación por vaciar su vejiga empujó la puerta del báter. Para nuestra sorpresa el diminuto habitáculo estaba ocupado por un hombre ceñudo y sucio (rollo indigente) de unos cincuenta y tantos y el tipo se quejó en un castellano sudamericano exhortándonos para que cerráramos la puerta mientras ocultaba como podía sus vergüenzas



El colega barcelonés cerró la puerta de súbito -imagino que pensaba que el tipo podría levantarse y montarle el numerito por joderle la cagada- y se disculpó casi sollozante. Seguimos cada uno a lo nuestro en los meaderos pero no hacíamos más que oír al tipo gruñir y quejarse. Nosotros no dijimos nada y una atmósfera de tensión se palpaba en el ambiente. De pronto los quejidos fueron sustituidos por unos lamentos de indefensión. Como de alguien que está colgado al borde de un precipicio sintiendo como sus fuerzas abandonan sus brazos y que se va a dar la hostia de su vida.

El cagoncete se quejaba de que no había papel, le había pedido a una empleada del mcdonalds un rollo y ella le había abandonado a su suerte ignorando su desesperada situación. En el servicio habíamos unas seis personas y todos hacían oídos sordos al pavo ese. El chaval barcelonés me miraba con complicidad y veía en su cara algo parecido a "¿Le ayudamos o qué?", pero la cosa no pasó de ahí. El catalán cruzó las puertas del servicio y yo le seguí con cierto alivio de abandonar el lugar.

Pero la conciencia es muy puta y cuando estaba a punto de salir del antro ese me puse a pensar en el tipo aquel con el culo lleno de mierda abandonado en un sucio servicio de una cadena prototipo del capitalismo feroz en el que vivimos. No era mi problema, joder. De hecho no era ni mi país y el cagoncete me importaba un carajo. Pero seguramente no podría quitarme de la cabeza al viejo tontaina en todo el día, por lo tanto, me dí la vuelta y abrazé reticente el papel de salvador.

El mostrador estaba abarrotado de americanos haciendo sus pedidos y no tenía ganas de hacer cola para esa gilipollez y me puse a buscar a mi bola. Mientras investigaba las mesas buscando algún servilletero sin éxito se me acercó un tipo clavado a Omar -un personaje de the Wire- pidiéndome algo suelto "Hey man, any change?" ante mi negativa el tipo me miró de muy mal rollo y empezó a mascullar algo ininteligible (supongo que se estaría cagando en mi alma). Yo me hice el longuis y vislumbré mi muerte por un navajazo en los huevos al salir del local.

Un barrio encantador.
Iba a abandonar la búsqueda salir de allí y buscar la protección que me daría el microbus y entonces apareció un amigo y le conté la movida del tipo del aseo y me alcanzó unos pañuelos que llevaba en la bolsa. Los cogí como si fuera oro y me dirigí a poner a salvo la dignidad del pobre desgraciado aquel.

Cuando entré de nuevo, el cagón seguía rogando ayuda y el resto de los usuarios del aseo hacían oídos sordos a sus lamentos.
"Oiga, tranquilo. Aquí tiene unos pañuelos, no he conseguido nada más." -le dije con voz calma.

El hombre se disponía a abrir la puerta, pero yo rápidamente le dije que no se levantara, que se los lanzaba por arriba de la puerta (no quería tener pesadillas, y aún temía que intentará meterme dentro con él y me violara XD). Finalmente se los lancé por arriba imaginando que los podría coger y después de las innumerables "Gracias, señor. Dios le bendiga"  abandoné el lugar como un héroe.
Algunos de los que habían visto mi acción se medio reían por la mala suerte del tipo mientras seguían con sus cosas y tal.

Tras esto, el chaval barcelonés que me esperaba en la puerta me dijo que le dió bastante rollo la situación, que se sentía cohibido y blablabla... Por supuesto yo le entendía pero le dije que no podía imaginarme en una situación tan lamentable, y que de estar en el lugar del pena aquel agradecería una mano amiga que me alcanzara algo de papel.

Poco después, a bordo de nuestro microbus y saboreando las fresas dijimos adiós al Bronx y pusimos rumbo a Brooklyn y su barrio judío lleno de ultraortodoxos festejando su puto sabbath... pero esa es otra historia.

Fuera de plano un macarra esperaba paciente para no cruzarse en la foto. Todo un gentleman.

¿Que saqué en claro de ésta historieta?
Lo primero y principal asegurarme de la disponibilidad de papel antes de cagar. Es de sentido común, lo sé. Pero a día de hoy, cada vez que voy a un servicio público acude a mí -cual fantasmal Obi Wan Kenobi- aquel pobre diablo aconsejándome de asegurarme que haya papel antes de caer en una trampa mortal de caca sin limpiar.
Y la segunda y más importante es que si me viera en esa situación lo mejor es llorar y dar pena sin parar hasta recibir ayuda. Total, la dignidad ya se habrá perdido por el mismo lugar que parte de mis entrañas.

¡Hasta la vista, frikis!

miércoles, 5 de agosto de 2015

El motorista fantasma de los 90.

Hola a tod@s. A pesar de éste calor infernal y las pogas ganas que tengo de ponerme a escribir, voy a hacer un esfuerzo para estrenarme en el blog este mes de agosto.
Lo malo que tiene eso de cambiar de casa es que es una puta mierda mover más de tres mil tebeos. Intenté empaquetarlos por orden de estanterías para después ponerlos en su nuevo destino ordenados. Pero nada, la jugada no salió como esperaba y han acabado colocados al tuntún. Así que, aún estoy buscando el tiempo para encerrarme en el garaje a ordenarlos. Espero empezar antes de terminar éste año.

Por ahora, cuando busco alguno en concreto me veo abocado a una gimkana entre las estanterías digna de el Tiempo es oro, y bueno, por lo menos redescubro alguna serie o número del que apenas me acordaba que estaba arramblado por ahí.
Eso es justo lo que me ha pasado con la serie que voy a reseñar a continuación: El motorista fantasma.






En los noventa había que ser un tipo duro en el mundo del cómic: Cable, Lobezno, Punisher, el Usagente, Máquina de guerra, Thunderstrike...esos eran los que partían el bacalao y molaban a la chavalada. Bueno, corrijo: al hortera deThunderstrike no le gustó a casi nadie. Bajo éste enfoque Marvel estaba como loca por encontrar un antihéroe nuevo acorde con década previa al cambio de siglo.

Origen:
La génesis del motorista fantasma original se remonta a 1972; Johnny Blaze, un especialista de motos circense. El hombre empezó a juguetear con la brujería e hizo un pacto con Mefisto para curar a su padre adoptivo del cáncer que le estaba matando, y como en todo relato fáustico el diablo se la dió con queso. El padre adoptivo de Blaze murió, no de cáncer, sino de un accidente de moto durante una función. El pobre imbécil de Blaze no se le ocurrió otra cosa que quejarse a Mefisto y montarle un pollo por cabrón. 
Total, que para joderle, Mefisto unió su alma a la un demonio llamado Zarathos.

Cuando el demonio éste se ponía flamenco, Johnny se transformaba en un esqueleto ardiente que conducía una moto creada a partir de su fuego infernal. Blaze tuvo muchos problemas para controlar al demonio el cual tenía como hobbie aterrorizar a maleantes de todo tipo y recorrer las carreteras amargando la vida a los polis de tráfico y a las bandas de moteros. Finalmente, Blaze consiguió librarse de Zarathos y del pacto con Mefisto pudiendo vivir tranquilo en su circo ambulante con su mujer Roxanne.


El personaje creado por Gary Friedrich -quién por cierto perdió un litigio con Marvel por los royalties generados por las mierdas de películas del motorista- duró en el mercado unos 80 episodios aunque el personaje nunca dejó de ser de segunda división a pesar de incluirlo en un supergrupo como Los Campeones (junto a Viuda negra, Angel, el hombre de hielo o Hércules) y tener apariciones estelares de Spiderman ,entre otros en su colección.

Howard Mackie, un tipo más o menos anodino que había hecho algo en Spiderman, se le encendió la bombilla y se acordó que en los 70 hubo un tal Ghost rider nacido de la moda easy rider y que haciendo algunos cambios de look, trasladando sus aventuras a Nueva York e imprimiendo a sus historias un tinte sobrenatural y sombrío podría llegar a petarlo a base de bien...y acertó.

El nuevo motorista:

Danny Ketch, junto a su hermana Bárbara, se cuelan con nocturnidad y alevosía la noche de Halloween en el cementerio de Cypress Hills, en Brooklyn, para visitar la tumba de Harry Houdini. Lo que no esperaban es verse envueltos en una reyerta entre dos bandas (Mirada mortal y sus ninjas y los hombres de Kingpin). Como resultado de estar donde no debían, su hermana Bárbara acaba malherida y Danny, intentando protegerla, se oculta con ella en un mausoleo medio derruído en el que descubre una motocicleta abandonada.
Ketch ve brillar en la oscuridad la tapa del depósito de la motocicleta y con sus manos manchadas de sangre la toca. Al instante, un dolor terrible le invade y siente como su carne y músculos se derriten sobre sus huesos. La agonía es insufrible, pero todo acaba pronto pues en cuestión de minutos Danny se transforma en el motorista fantasma.

A partir de aquí, la vida de Danny se convierte en una montaña rusa de hostias llameantes contra todo aquel que ose derramar sangre inocente en Nueva York. A Danny le cuesta lo suyo aceptar que su vida a partir de ahora está unida al espíritu de la venganza, pero finalmente consigue controlar sus transformaciones y mantener a raya al motorista que está loco por salir de paseo con su motaco para repartir justicia entre los culpables.

El éxito fue tal que por su serie desfilarían invitados como la Patrulla X, Spiderman, el Castigador o el Doctor Extraño además de que el motorista aparecía por casi todas las series como invitado especial y apariciones en prestigios o seriales del MCP -una colección de seriales protagonizados por los héroes más represantativos de la editorial llamada: Marvel comics presents- teniendo una importancia muy notable dentro del universo Marvel.

Durante sus #27 primeros episodios, la colección fue todo un soplo de aire fresco gracias a su plantel de enemigos macabros y desquiciados. Desde Mirada mortal: un empresario traficante de drogas con muy pocos escrúpulos; Apagón: un vampiro psicópata con mucha mala hostia; el Hobgoblin: un demonio que cree estar en una guerra santa; Resplandor: un traficante de drogas ciego; el asesino en serie Zodíaco; el caníbal del reverendo Estigio, Mr Hyde, Pesadilla etc...

Otro de sus atractivos es la vida personal de Danny Ketch, un chaval de Brooklyn de veintitantos años que trabaja de mensajero y que, tras su transformación en el espíritu de la venganza, su vida se convierte en un no parar de putadas: la tortura psicológica que supone para él tener un alter ego esquelético y obsesionado con la venganza, la culpabilidad por la situación de su hermana, su madre y la manera de enfrentarse a la situación que ella adopta o la relación con su novia Stacy, que es hija del jefe de policía que está emperrado con detener al motorista. El dinamismo de la vida personal de Danny es tan interesante como las andanzas nocturnas de su alter ego llameante. 

Pronto a la altura del número #16 aparecería en la serie Johnny Blaze, ahora padre de familia que deja su hogar para acabar de una vez por todas con el motorista fantasma al creer que es el mismo Zarathos (quien le jodió la vida tiempo atrás) el que ha poseído a Danny Ketch. Blaze es ahora presentado como un tipo de vuelta de todo y con un look muy noventero (gabardina, gafas de sol incluso por la noche, coleta, cigarrillo sempiterno en la boca y una recortada molona en las manos) y finalmente hace buenas migas con el motorista convirtiéndose ambos en compañeros.

El apartado gráfico no podía ser más acertado, los primeros episodios estuvieron a cargo del portugués Javier Saltares y sustituido después por su cuñado Mark Texeira que con su trazo sucio y la anatomía deforme que imprimía a los personajes supo darle un toque magnífico a la serie. Más adelante tendríamos a otros buenos dibujantes como Ron Garney, Bret Blevins (éste un poco perdido, todo hay que decirlo), Andy Kubert o Salvador Larroca .

Comentaba más arriba que los #27 primeros números son pura adrenalina pues a partir del éxito del nuevo motorista fantasma sus apariciones en otras series no dejaron de prodigarse por aquí y por allá, Marvel se emperró tanto que crearon  todo un sello editorial en torno a él cuyo comienzo tuvo lugar en una saga llamada Rise of the midnight sons (Los hijos de la medianoche aquí en España). En ella, la madre de los demonios Lilith convocaba a sus "hijos" para crear en la Tierra un reino de oscuridad y mierdas de esas que les mola a los demonios. Como era de esperar, al motorista y a Blaze no les parece buena idea y recurren a una pléyade de personajes sobrenaturales para detener a la perra ésta.

Aparte de la serie del motorista fantasma, se publicaron una serie de colecciones (muchas de ellas tan malas como comer caca) que englobarán el rincón sobrenatural del universo Marvel:  

-Espíritus de Venganza; con el motorista y Blaze como protas, y que era la mejor de toda esta nueva hornada de colecciones. Con Howard Mackie a los guiones y Adam Kubert a los lápices (sustituido después por Henry Martinez. 23 números)
-Dakhold: páginas del libro de los pecados; protagonizada por un grupillo de pringaos que iban en busca de las páginas perdidas de un libro infernal. Guionizado por un tal Chris Cooper y varios dibujantes malos como un dolor de muelas como Rurik Tyler, Norman Felchle o Richard Chase. 16 números.
-Morbius: el vampiro viviente; que seguía la historia de un doctor llamado Michael Morbius que experimenta en él un suero que le convierte en un vampiro viviente. Con guionistas como Len Kaminski, Gregory Right o Lisa Trusiani y dibujantes como Ron Wagner (el único que merece la pena), Isaac Cordova, Nick Napolitano o el inefable Fabio Laguna. 32 números.
-Nightstalkers; con viejos conocidos de la clásica serie La tumba de Drácula (Frank Drake, Hannibal King y Blade) ejerciendo de investigadores de lo paranormal. D.G Chichester a los guiones y Ron Garney (Otro dibujante cojonudo metido necesitado de comida) y basurillas como Kirk Van Wormer o el acartonao de Andrew Wildman a los lápices. 18 números.

Ya más adelante se incorporaron alguna que otra más:
-Blaze: tras ser cancelada Espíritus de venganza, Johnny Blaze protagonizaría su propia serie guionizada por Larry Hama al guión y Henry Martinez a los lápices. 12 números.
-Blade: the vampire hunter: el cazavampiros obtuvo su propia serie tras ser cancelada Nightstalkers, con un tal Ian Edigton y los lápices de Doug Weatley, duró 10 números solamente.

La mayoría de las series languidecieron por las tiendas de cómics un tiempo con equipos creativos cercanos a la cuarta categoría, a excepción de algún dibujante que se lo curraba como Ron Garney o el fantástico Adam Kubert.

Los siguientes crossovers entre las series: Midnight massacre (Terror a medianoche en España), con Blade intentando matar a todo ser sobrenatural, amigo o enemigo. Road to vengeance (Camino de la venganza) con el guionista Howard Mackie dando una explicación muy lamentable y cutre a la existencia y parentesco entre el motorista fantasma, Blaze y Venganza (un nuevo motorista fantasma de segunda B) y Siege of darkness (Cerco de tinieblas), con el regreso de Lilith, ésta vez aliada a Zarathos, y que fue aún peor que todo lo visto hasta entonces. Todo ello terminó por espantar a los pocos lectores que quedaban (quedábamos) y la línea editorial "Hijos de la medianoche" se fue al carajo por su propio peso de soberanas mierdacas.

Aquí en España, la serie del motorista duró hasta su número #38 y cómics fórum continuó publicándola en unos tomos bajo el nombre genérico de Hijos de la medianoche junto a otras cochambres de series (Blaze, Morbius o Blade). La cosa duró unos #12 números, bastantes a mi modo de ver, pues cada tocho de esos costaba entre 575 o 695 pesetas, dependiendo de si contenía algún número doble. Tras el fracaso, el motorista siguió publicándose bajo tomos recopilatorios, pero el bajo nivel de las historias era patético y ni recuerdo cuantos tomos recopilatorios salieron a la venta antes de que la cancelaran.

A raíz de la puta moda esa de cine de pijameros y las dos películas de el motorista fantasma (horribles ambas por mucho que salga en una de ellas Idris Elba), Marvel relanzó al personaje obviando toda la mitología alrededor de Danny Ketch y volviendo a poner el foco sobre Johnny Blaze; e incluso en los últimos meses me suena haber visto algún anuncio de otro nuevo Ghost rider, pero en ésta encarnación conduciendo un coche (hay que joderse, macho).

En fín, como no tengo ni idea de las series posteriores, ni me molesto en comentar sobre ellas. Para mí, la cosa acabó en los lejanos 90 con Danny Ketch, su madre -tan religiosa ella- su novia Stacy, Blaze y su recortada que disparaba fuego infernal, el cuidador del cementerio y Brooklyn como escenario de sus aventuras.

Un saludo, frikis.