jueves, 5 de septiembre de 2013

La conjura de los necios.

Parece mentira. Más de un año haciendo el nota aquí y no se me había ocurrido dar una opinión sobre éste libro.
Creo que lo habré leído unas cuatro veces. Cada una de ellas con una plena sonrisa en la cara y una carcajada tras otra resonando vivamente conforme avanzo por las mismas páginas que he leído una y otra vez.

La historia se centra en Ignatius J. Reilly, un tipo de unos treinta años que aún vive con su madre.
Ignatius es una especie de hombre fuera del tiempo, considera ésta época moderna una aberración carente de sentido y geometría. Así que se niega a formar parte de la detestable sociedad a la que analiza con un claro sentido despectivo. No cree en el trabajo ni en la autoridad establecida y dedica su tiempo a elaborar la crítica social más demoledora y franca jamás realizada, la cual acumula en su habitación caóticamente garabateada en cuadernos Gran Jefe en el interior de su desvencijada habitación
Portada de la edición de bolsillo de Anagrama
En él pasa la mayor parte del tiempo masturbándose y bebiendo Dr. Pepper. Sus pocas actividades sociales pasan por ir al cine una vez por semana para criticar en voz alta el insulto a la inteligencia que supone cada película que ve ó para, como le cuenta a Darla en el Noche de Alegría, haber tenido que sufrir el traumatizante viaje en autobús a Baton Rouge en las afueras de Nueva Orleans cierta vez (ciudad dónde transcurre la acción).
Un aciago día en que Ignatius espera a su madre en una plaza (mientras él piensa en la manera más efectiva de humillarla verbalmente por tardar demasiado) es acosado por un patrullero que le pide la identificación. A partir de ese momento, la caprichosa diosa fortuna hace girar su rueda  y los acontecimientos comienzan a desbocarse para Ignatius y el resto de personajes (aunque ellos no lo saben aún).
Cual efecto dominó, Ignatius se ve arrastrado a su particular infierno cuando debe buscar trabajo para pagar la factura de reparación del coche de su madre después de un accidente fruto de los acontecimientos iniciados por el acoso del patrullero.
Lentamente vamos conociendo al resto de personajes habitantes de la novela:
El patrullero Mancuso, el señor Boudreaux, el negro Jones, Darla, el señor Levy, la señorita Trixie, Myrna Minkoff y el resto de estupendos personajes que, como si se trataran de piezas de un puzzle, tienen un papel fundamental en el tapiz que es la novela.

Estatua de Ignatius en Nueva Orleans.
En definitiva, el autor había escrito una obra maestra. Pocas veces se ha visto un personaje tan entrañable, mezquino y engreído como Ignatius. Por supuesto el resto de personajes también brillan con luz propia, como el negro Jones, que es uno de los principales testigos de las andanzas por las calles de Nueva Orleans de Ignatius, y es descacharrante como va oyendo hablar del extraño gordo loco como si de una leyenda urbana se tratara.
La relación de amor/odio entre Myrna Minkoff e Ignatius también viene a ser parte fundamental de la novela ya que resulta ser el desencadenante de muchas de las situaciones por las que atraviesa Ignatius, como un enfermizo juego de egos del que Ignatius no quiere salir derrotado .

La novela también tiene su historia negra detrás. John Kennedy Toole, el autor, se suicidó en 1969 antes de ser publicada la novela. Había caído en una depresión después de haber intentado por todos los medios que alguien la publicara sin éxito.

Fue la insistencia de su madre lo que permitió que fuese publicada en 1980. Y ganó el premio Pulitzer en 1981. Todos estos entresijos los cuenta el editor con bastantes detalles en el prólogo del libro.

Bueno, quién no haya tenído la oportunidad de leer ésta jodida obra maestra ya está tardando en hacerlo.

Saludos a tod@s!!








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